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Cacahuates japoneses… mexicanos JESÚS R. CEDILLO

• EL AUTOR Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UADEC en diversos géneros periodísticos.

La vida ha cambiado y mutado para siempre. No hay vuelta atrás. ¿Para bien o para mal? No lo sé. En mi juicio, usted lo sabe, ha mutado para mal. Este ya no es mi mundo. Tal vez habito las cavernas, pero así quiero continuar. Eso de pedir vía en línea una gordita michoacana, una pizza o un serrucho no se me da. Nunca se me va a dar, por lo que veo y siento. Según todo mundo, todo, el conocimiento y la felicidad completa se encuentran en Internet y sus múltiples plataformas. Cada quien sus gustos y apetencias. No es lo mío. Lo que sí es lo mío es leer historias raras y geniales, como la que me acabo de encontrar en la revista “Relatos e Historia de México” correspondiente al mes de septiembre del año 2020. Revista atrasada, pero en perfecto estado y paginación, la cual me encontré en un bazar en la vecina ciudad de Monterrey. La revista estaba allí, abajo de otras publicaciones sobre el mundo de la farándula y la belleza de lentejuela y oropel. Al hojearla, vi varios artículos los cuales me interesaron de inmediato. Sin problema, la compré y la eché en mis alforjas. Ahora que la reviso, casi al final de su edición, me encontré un espléndido texto firmado por el historiador Marco A. Villa, donde este cuenta la historia y génesis de los célebres cacahuates japoneses… los cuales nacieron, se crearon tal cual hoy los disfrutamos, en un barrio de la Merced en la Ciudad de México. Cacahuates japoneses… mexicanos. Su creación se debe a un ciudadano nipón nacido en Hyogo-ken, el ciudadano que se vino de lejanas tierras a establecerse a México fue Yoshigei Nakatani Moriguchi. Y como suele suceder con las buenas y geniales creaciones o inventos, este tesoro culinario fue hijo de la necesidad y la imaginación para sobrevivir a los estragos de la terrible Segunda Guerra Mundial. Hacia 1942, el señor Nakatani se había quedado sin empleo formal. Ya estaba casado con una mexicana, Emma Ávila, e incluso ya tenían varios hijos. ¿Qué hacer? El historiador Villa lo cuenta con una economía de palabras digna de elogio: “…(El ciudadano japonés) decidió rescatar una receta para elaborar dulces que había aprendido en su tierra natal, además de elaborar muéganos. El éxito fue inmediato, así que comenzaron a hacer otra versión del dulce de trigo frito, ahora sazonado con sal oranda. Luego elaboraron un tercer producto, ahora combinando el cacahuate, harina de arroz y salsa de soya. Sin embargo, la dificultad para encontrar harina de arroz lo orilló a utilizar la de trigo”. Así nacieron los cacahuates japoneses en México, si usted recuerda, tenían un solo nombre:

Este tesoro culinario fue hijo de la necesidad y la imaginación para sobrevivir a los estragos de la terrible Segunda Guerra Mundial.

Nipón. En 2017, dicha compañía familiar fue vendida a la poderosa empresa La Costeña. Su comercialización, pues, es brutal. No solo la marca de este tipo de cacahuates japoneses, “Nipón”, sino ya de otras marcas que inundan el mercado nacional.

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2022-09-25T07:00:00.0000000Z

2022-09-25T07:00:00.0000000Z

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