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EL CONCIERTO DE PAUL MCCARTNEY Y LOS GATOS DE MONSIVÁIS

MARIO DÁVILA FLORES

En marzo de 2014, residíamos en Lubbock, Texas, una ciudad entonces de 250 mil habitantes, cuya principal actividad económica es la agricultura —el cultivo del algodón, principalmente-, y con un centro de educación importante; el Tecnológico de Texas, de donde salió Patrick Mahomes, mariscal de campo de los Chiefs de Kansas. Un día se anunció que Paul Mccartney iniciaría una gira en Estados Unidos en esa población, pequeña para esta clase de eventos.

¿Por qué arrancar en esa ciudad? Para rendirle homenaje a Buddy Holly, uno de los precursores del rock, fallecido a los 22 años en un accidente de aviación, a quien los genios de Liverpool admiraban y que había nacido en esa población texana. Por cierto, el año pasado Mccartney —a sus 80 años—, dio un concierto en Dallas con tres horas de actuación ininterrumpida, siendo esta la mejor propaganda para la dieta vegetariana.

En el momento en que se pusieron a la venta los boletos, estos prácticamente se agotaron, quedando unos pocos en algunas tiendas. Una de ellas se encontraba cerca de nuestro apartamento, por lo que un día temprano, mi esposa y yo acudimos en busca de dos asientos. Al llegar ya había personas formadas.

Después de un rato en la cola, un empleado de la tienda nos avisó que las entradas más baratas se habían vendido en su totalidad. Decidimos, junto con otras personas continuar esperando, y al poco rato volvió el empleado para anunciar que sólo quedaban localidades cuyo precio superaba los 500 dólares. No había terminado de hablar, cuando la fila desapareció; todos abandonamos aquel lugar; nuestros presupuestos habían sido rebasados.

No hubo necesidad de que la policía nos dispersara, tan sólo se trató del funcionamiento del sistema de precios para la toma de decisiones. Cuando existía la URSS, un ejército de burócrataseconomistas, trataron sin éxito, de administrar millones de bienes manipulando los precios desde un escritorio, y ya vimos el resultado. Por eso, Gorvachov solía bromear diciendo que él tenía 100 economistas, que uno de ellos era inteligente, pero que no sabía cuál era.

Samuel Johnson, que tenía tendencias depresivas, encontró la felicidad con la presencia de los gatos, los que según algunos permiten librarnos a los humanos de un mundo atormentado. (Artículo de Daniela Gallegos Ayala, comentando el libro de John Gray, “Filosofía Felina. Los Gatos y el Sentido de la Vida”. Sexto Piso, 2021. Revista “Letras Libres”. Agosto 2022.)

Tal vez por este motivo, Carlos Monsiváis vivió rodeado de estos animalitos, los que de seguro proporcionaban una utilidad al escritor, posiblemente de tipo emocional o bien para combatir la soledad. Al hablar de utilidad entramos al terreno de la economía, la que incluye en su teoría el concepto de la utilidad marginal, la cual postula que esta disminuye mientras más unidades consumimos.

Vamos a tratar de explicar esto con un ejemplo. Si yo bebo un vaso de agua, obtengo una utilidad marginal, digamos de 50 unidades, un segundo vaso me proporciona una de 30, el tercero de 10 y el cuarto de 0. Cuando la utilidad marginal es de 0 unidades, significa que ya quedé satisfecho. De rebasar este límite, la utilidad marginal se vuelve negativa y en lugar obtener una satisfacción, un mayor consumo me provocaría malestar, pudiendo incluso enfermarme.

Así, en el caso del buen Monsi, unos cuantos gatos le pudieron proporcionar una utilidad al comerse a los ratones, por ejemplo, pero de saturar su casa con estos felinos, pudiera resultar lo contrario. Quizás llegarían a subirse a su escritorio y dañar algunos papeles, romper un jarrón, impregnar los sillones de suciedad, tirar la taza del café, o rasgar uno de sus suéteres. En estos casos, el conocido intelectual hubiera registrado una utilidad marginal negativa.

Supongamos que un gobierno, queriendo combatir a pobreza reparte naranjas en los barrios pobres, pero al excederse, genera una utilidad marginal negativa, propiciando que los niños convierten esa fruta en pelotas de beisbol. Lo mismo pasa con el dinero, pues de no estar bien diseñados e implementados los programas sociales, los recursos monetarios podrían destinarse a usos cuestionables, en lugar de asignarlo a la compra de medicinas.

That is all folks, con este par de ejemplos damos por concluida nuestra clase de economía aplicada; pueden retirarse y que tengan un buen día.

AL CIERRE

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2022-09-25T07:00:00.0000000Z

2022-09-25T07:00:00.0000000Z

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