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La ‘guerra’ en el mundo por quedarse con el talento joven

Los efectos tras la pandemia de COVID-19 han provocado grandes cambios en el ámbito laboral, incluso países que se mostraban reacios a personas foráneas, están teniendo que abrir ante la falta de mano de obra calificada

DAMIEN CAVE Y CHRISTOPHER F. SCHUETZE

El COVID-19 mantuvo a muchas personas encerradas en casa. Ahora, varios países desarrollados, que enfrentan el envejecimiento de sus fuerzas laborales

y la escasez de trabajadores, se apresuran a reclutar, capacitar e integrar a los extranjeros.

A medida que la economía global se reinicia e intenta poner la pandemia a un lado, ha comenzado una batalla mundial por los jóvenes y los capacitados. Con visas rápidas y promesas de residencia permanente, muchas de las naciones ricas que impulsan la economía mundial están enviando un mensaje a los inmigrantes calificados de todo el mundo: les ofrecemos empleo. Ahora.

En Alemania, donde las autoridades advirtieron recientemente que el país necesita 400 mil nuevos inmigrantes al año para cubrir puestos de trabajo en campos que van desde el académico hasta la industria de los aires acondicionados, una nueva Ley de Inmigración ofrece visas de trabajo aceleradas y seis meses para visitar y encontrar un trabajo.

Canadá planea dar la residencia a 1.2 millones de nuevos

inmigrantes para 2023. Israel ha cerrado recientemente un acuerdo para traer trabajadores de la salud desde Nepal. Y en Australia, donde las minas, los hospitales y los bares están escasos de mano de obra tras casi dos años con la frontera cerrada, el gobierno pretende duplicar aproximadamente el número de inmigrantes que permite entrar en el país durante el próximo año.

La campaña mundial para atraer a extranjeros con habilidades, especialmente los que se encuentran entre el trabajo físico y el doctorado en física, pretende suavizar la accidentada recuperación de la pandemia.

Los trastornos por el COVID-19 han hecho que muchas personas se jubilen, renuncien o simplemente no vuelvan al trabajo. Pero sus efectos son más profundos.

Los nuevos enfoques frente a ese desajuste podrían influir en el debate mundial sobre la inmigración. Los gobiernos europeos siguen divididos sobre cómo gestionar las nuevas oleadas de solicitantes de asilo. En Estados Unidos, la política de inmigración sigue estancada en su mayor parte, centrándose en la frontera con México, donde las detenciones de inmigrantes han alcanzado un récord. Sin embargo, muchos países desarrollados están creando programas más generosos, eficientes y sofisticados para acoger a los extranjeros y ayudarlos a convertirse en una parte permanente de sus sociedades.

“El COVID-19 es un acelerador del cambio”, dijo Jean-christophe Dumont, jefe de investigación sobre migración internacional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). “Los países han tenido que darse cuenta de la importancia de la migración y los inmigrantes”.

CAMBIOS EN LA MOVILIDAD

La pandemia ha originado varios cambios importantes en la movilidad mundial. Frenó la migración laboral. Creó más competencia para los “nómadas digitales”, ya que más de 30 países, entre ellos Barbados, Croacia y Emiratos Árabes Unidos, crearon programas para atraer a trabajadores tecnológicos móviles.

Muchos países, como Bélgica, Finlandia y Grecia, concedieron derechos de trabajo a los extranjeros que habían llegado con visas de estudiante u otros. Algunos países, como Nueva Zelanda, también ampliaron las visas temporales de trabajo de forma indefinida, mientras que Alemania, con su nueva Ley de Inmigración, aceleró el proceso de reconocimiento de los títulos profesionales extranjeros.

Estas medidas —enumeradas en un nuevo informe de la OCDE sobre las perspectivas de la migración mundial— constituyeron las primeras advertencias de la desesperación del mercado laboral. Las preocupaciones humanitarias parecían combinarse con la incertidumbre administrativa: ¿cómo se aplicarían las normas de inmigración durante una epidemia única en el siglo? ¿Cómo sobrevivirían las empresas y los empleados?

“En toda la OCDE veías que los países trataban a la población inmigrante del mismo modo que al resto”, dijo Dumont.

MIGRANTES, OPCIÓN

Cuando llegó el momento de la reapertura, parecía que a la gente le importaba menos que se redujeran los niveles de inmigración, como demostró una encuesta realizada en Gran Bretaña a principios de este año. Entonces llegó la escasez de mano de obra. Carniceros, conductores, mecánicos, enfermeros y personal de restaurante: en todo el mundo desarrollado no parecía haber suficientes trabajadores.

En Estados Unidos, donde los baby boomers abandonaron el mercado laboral a un ritmo récord el año pasado, los pedidos para reorientar la política de inmigración hacia la economía son cada vez más fuertes.

El presidente Joe Biden intenta primero desatascar lo que ya existe. El proyecto de ley de política social de 2.2 billones de dólares del gobierno, si se aprueba en un Senado dividido, liberaría cientos de miles de tarjetas de residente permanente que datan de 1992, poniéndolas a disposición de los inmigrantes actualmente atrapados en un retraso burocrático.

En las economías avanzadas, las medidas migratorias que se están desplegando incluyen la reducción de las barreras de entrada para los inmigrantes

calificados, la digitalización de las visas para reducir el papeleo, el aumento de los requisitos salariales para reducir la explotación y la supresión de los salarios, y la promesa de una ruta hacia el estatus permanente para los trabajadores más demandados.

Países como Alemania están deseosos de acogerlos: su cacareado sistema de formación profesional, con estrictas certificaciones y formación en el trabajo, está cada vez más falto de personal.

“Durante la crisis del coronavirus, el sistema colapsó”, afirma Holger Bonin, director de investigación del Instituto de Economía Laboral IZA de Bonn. “Hemos visto el número más bajo de contratos de aprendizaje desde la unificación alemana”.

Los jóvenes alemanes prefieren cada vez más ir a la universidad, y la mano de obra del país está disminuyendo. Según un estudio publicado por el Instituto Económico Alemán, Alemania perderá cinco millones de trabajadores en los próximos 15 años: 3.2 millones para 2030.

Los inmigrantes se han convertido en un recurso provisional. Hace tres años vivían en Alemania alrededor de 1.8 millones de personas de origen refugiado. Y con el tiempo, el país ha intentado mejorar la forma de integrar tanto a los solicitantes de asilo como a los extranjeros con visas de trabajo.

Hay una pregunta que quizás corre como una corriente de agua fría justo debajo de la nueva y cálida bienvenida: ¿Qué pasa si no hay suficientes trabajadores calificados que quieran mudarse?

“Escuchamos lo mismo en todas partes”, dijo Dumont, investigador de la OCDE. “Si se quiere atraer a nuevos trabajadores, hay que ofrecerles condiciones atractivas”. c. 2021 The New York Times Company

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2021-11-29T08:00:00.0000000Z

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