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Lo importante…

Lo importante. ¿Cual es la cosa importante, señor lector? ¿Lo importante para usted lo cual no admite dilación alguna. Y en mi caso? Luego de casi dos años en estar sumidos en esta peste medieval y bíblica, letal vaya, ¿cuáles son sus prioridades hoy en día, estimado amigo. Hemos cambiado todos, o acaso seguimos igual a siempre? Como aquella vieja sentencia de uno de mis escritores de cabecera el cual, maldita sea, no he podido releerlo como quisiera. Es aquel viejo aforismo, lapidario y perfecto letra por letra del príncipe arruinado, Tomasi di Lampedusa, autor de una sola novela, “El Gatopardo”, donde dijo y dejó grabado a fuego: todo debe de cambiar, para que todo siga igual.

En 1954, tres años antes de morir, arruinado, pero no vencido, el príncipe Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de una sola novela, “El Gatopardo”, señaló: “Soy una persona muy solitaria. De mis dieciséis horas de vigilia diaria, al menos diez transcurren en soledad. No pretendo, sin embargo, pasarme todo el tiempo leyendo; a veces me divierto elaborando teorías literarias…” ¡Supremo! Veloz tahúr de ágil acrobacia con la pluma y la mano, Lampedusa no pudo engañarse a sí mismo: se le recuerda siempre como un lector insaciable y obsesivo, sólo eso.

Cuentan los biógrafos: las pocas personas los cuales lo trataron de cerca, se quedaban asombradas de sus exhaustivos conocimientos de literatura e historia. Materias de las cuales poseía libros, bibliotecas impresionantes y descomunales. Lector compulsivo, Lampedusa había leído literalmente todo: a los autores imprescindibles, pero también, a los autores segundones y mediocres; “también hay que saber aburrirse”, decía. Su único lujo era comprar libros, los cuales cargaba en una maleta, una bolsa donde el equipaje era siempre más de lo cual un lector podía disfrutar al día. Licy, su mujer psicoanalista la cual fue acusada de lesbiana, espetó: Lampedusa siempre cargaba en su bolsa alguna obra de Shakespeare porque “podía consolarle si veía algo desagradable en sus trayectos”.

Ya me emocioné glosando y hablando de uno de mis autores de cabecera. Y así, rueda rodando para mí señor leyente, esto y no otra cosa es lo importante. Muchos lectores como usted el cual hoy me favorece con su tiempo y atención, se ha comunicado por un motivo: me han comentado de las dos o tres referencias hechas en días pasados en este generoso espacio de VANGUARDIA de los libros los cuales se han regalado desde hace no menos de 40 años por motivos de la celebración del “Día Nacional del Libro”.

Fecha la cual se institucionalizó por un motivo: es el natalicio de la mismísima, la gran sor Juana Inés de la Cruz. Aunque por mucho tiempo, todo mundo asociaba esta fecha del 12 de noviembre, no con la celebración del libro, sino por ser “El día del cartero”. Es decir, un oficio ya casi extinto. Como ya también hoy son las librerías y los libros. Y junto con todo esto, claro, el vendedor de libros.

ESQUINA-BAJAN

Atentos lectores y amigos se comunicaren para comentar de esta colección de libros los cuales se regalan sólo en esta fecha: 12 de noviembre. Voy en orden: sí, aún se sigue regalando este libro en conmemoración y celebración de eso: la invención del libro. El de este año, lo repito, fue una antología de textos, poesía y crónica, del jerezano Ramón López Velarde. Se tituló “La grulla del refrán”. ¿Se regalaron libros de éste título aquí en Saltillo? lo dudo. Ya ni librerías hay. Este título me lo regaló Mr. Pulido, dueño de la Librería Monterrey en plena zona de guerra de la capital de Nuevo León: Avenida Madero.

Insisto, van como 40 y tantos libros, es decir, 40 y tantos libros de regalo anuales. Me he puesto a buscar mi colección la cual tengo en mi poder… y caray, son muy pocos. Mi colección es magra y en su momento, la tenía toda. Hoy me doy de topes contra las paredes porque es literalmente imposible volverla a juntar. Un lector, mejor a quien esto escribe, me habló por teléfono y me lo dijo así, como si no hubiese nubes en los cielos y brillase por siempre un radiante sol: “Oiga, maestro Cedillo, me gustó mucho su texto sobre los libros y literatura. Por cierto, tengo toda la colección de libros de obsequio la cual usted detalla…”

Enmudecí, sigo mudo y claro, encabritado por no haber cuidado y aquilatado en su momento, dicha colección de escritores mexicanos. Pero vaya, aún hay tiempo en el calendario: poco tiempo, lo sé en mi caso, pero aun hay días por venir. Y si hay días los cuales en verdad no existen (el futuro es eso: un deseo, una esperanza. Desiderata…), pues si llegan esos días ansiados, es menester dedicarle tiempo a eso: leer los libros siempre pospuestos en nuestra mesa de noche, terminar de coleccionar los libros los cuales faltan en nuestras respectivas colecciones…

Hay dos colecciones de libros (de varias existentes, claro) las cuales igual, no tengo completas y me gustaría leer antes de morir: los cien libros editados por “Milenio”, los cuales tienen grandes prólogos, no así las traducciones (son traducciones para el “español” de España, llenas de modismo, eso lo cual nosotros llamamos “slang”) y claro, esa colección la cual está en la historia de la humanidad: “Sepan cuántos…” de la mítica editorial Porrúa. Hoy editorial desahuciada. Pero, jodido estoy: ni la una ni la otra tengo completas. Puf.

LETRAS MINÚSCULAS

Mientras llega la siempre paciente muerte por nosotros, entréguese señor lector a lo suyo, a lo importante… Continuará.

OPINIÓN

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2021-11-29T08:00:00.0000000Z

2021-11-29T08:00:00.0000000Z

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