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Conversación con el Ganso Pachista (1)

Estoy sentado en un sillón estilo Luis XV. La alfombra persa pakistaní Boukara, anudada a mano del siglo 19, cubre toda la sala. Es color rojo intenso con rombos y figuras en dorado y negro. El resto de los muebles es de igual inspiración francesa. Contrastan las cortinas blindadas de color blanco transparente –marca XL Pleated– por su diseño moderno y minimalista.

La estancia está tapizada con frases célebres del Ganso Pachista, escritas –de su puño y letra– sobre el fondo del tapiz blanco: “Me canso ganso”. “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. “Yo tengo otros datos”. “El que aflige se afloja, y no nos vamos a aflojar”. “Yo no me voy a divorciar del pueblo, vamos a estar siempre juntos”. “No le vamos a fallar al pueblo de México”. “Pueblo mío: yo no me pertenezco ya soy de ustedes”, etcétera. Sobresalen, justo es decirlo, algunas faltas de ortografía para darle un sabor popular.

Detrás de mi hay un cuadro de 4 por 4, iluminado por un riel de luces empotrado en el techo. Aparece el Ganso Pachista; firme, de pié, con casaca militar de gala, banda presidencial atravesada en su pecho, rostro severo y mirada de prócer perdida en el universo infinito de la posteridad.

Diluidos detrás del Ganso Pachista alcanzan a observarse los rostros de Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas que (sin sonreír) hacen la “V” de la victoria.

Dos tibores o jarrones franceses del siglo 18 –de un metro de altura y porcelana Limoges– están montados sobre dos columnas de mármol a cada lado del cuadro. Resalta su color azul cobalto con esmalte dorado y su decoración realizada a mano con motivos florales.

De repente, escucho el tamborilear de –por lo menos– 12 tambores de una banda de guerra. En ese momento, dos soldados abren la puerta de la sala: aparece el Ganso Pachista que –en el mejor estilo de Benito Mussolini– hace su gran entrada realizando el paso de ganso. Sorprendido me pongo de pie. El Ganso se detiene frente a mi. Y, con voz asertiva, me ordena sentarme otra vez: “¡siéntese, joven!”, me comanda.

Nervioso, lo miro de reojo, mientras cumplo su instrucción: va vestido como si hubiese saltado con la misma casaca militar del cuadro a la sala. Sentado en un amplio sillón, el Ganso me observa en silencio con fijeza por 30 segundos, y de golpe me espeta: “¡Dispare sus preguntas, joven! No me haga perder el tiempo”.

Con temor, me saltó la introducción y le pregunto: Excelentísimo don Ganso, ¿existe alguna diferencia entre AMLO y las Fuerzas Armadas?

Ganso Pachista: Ninguna. Ambos somos conservadores. Los dos imaginamos una sociedad hecha a imagen y semejanza del hombre. La mujer existe en función de esa imagen. Nada más. Concordamos en que la jerarquía católica estuvo coludida con la élite neoliberal por lo cual debemos aliarnos con la comunidad cristiana a lo largo y lo ancho del país.

Coincidimos en que tenemos un Poder Judicial corrupto por lo que debemos actuar sin filtros burocráticos. Por ello, convenimos también que los derechos humanos son un estorbo para aplicar la ley. Y junto con el feminismo y el ecologismo fueron “una excusa para que los neoliberales saquearan el país”.

Hoy estamos comprometidos con reconstruir, como mi old friend, Donal Tromp lo hizo con Estados Unidos, el nacionalismo mexicano, como en tiempos de mi general Lázaro Cárdenas.

¿Cuál pinche globalización? Hagamos grande a México de nuevo. México para los mexicanos, ¡sí, señor! –Grazna don Ganso emocionado.

Entrevistador: ¿Porqué, excelentísimo, el presidente AMLO ha favorecido a las Fuerzas Armadas de manera tan extraordinaria en los tres primeros años de su sexenio?

Continuará el próximo miércoles.

OPINIÓN

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2021-11-29T08:00:00.0000000Z

2021-11-29T08:00:00.0000000Z

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