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¿Y dónde está el productor?

@ppeettaattiiuux

Por una rara coincidencia me dormí aquella noche repasando el trágico caso del actor Vic Morrow, quien pereció en el set de filmación de “The Twilight Zone. The Movie” (La Dimensión Desconocida. La Película. 1982).

Fue concretamente en el rodaje del segmento “Time Out”, dirigido por John Landis, que Morrow y dos menores de edad perdieron la vida, decapitados y aplastados por un helicóptero fuera de control debido a unas explosiones del departamento de efectos especiales.

La coincidencia fue que al día siguiente me desperté con la noticia de un nuevo y penoso incidente de la industria cinematográfica que, como ya sabrá la mayoría de los lectores, involucra al bien conocido histrión Alec Baldwin.

El actor estaba ensayando con un arma de fuego para su interpretación. El departamento de armas y utilería le garantizó que estaba revisada y era inofensiva cuando hizo entrega del aparejo. Sin embargo, al accionarla, Baldwin lesionó de muerte a la directora de fotografía y de manera superficial al realizador de la cinta.

Baldwin dice estar devastado y no es para menos, un incidente como este difícilmente lo podrá superar, tanto en lo personal como en su calidad de figura pública. Su vida y su nombre están marcados por lo que parece ser una imprudencia descomunal. Las investigaciones determinarán sobre quién o quiénes recae la responsabilidad.

De regreso al caso de Vic Morrow y “La Dimensión Desconocida”, llamó mi atención que, en los comentarios del material que revisé, muchos visitantes e internautas aún piden la cabeza del director John Landis por el desastre que costó tres vidas.

Lo culpan como si fuera el responsable del percance y lo culpan además porque los menores de edad no estaban debidamente protegidos en lo concerniente a sus derechos laborales (estaban rodando de madrugada, cosa que la ley prohíbe en casi todo el mundo).

Pero yo no encuentro ninguna lógica en culpar a Landis, habiendo otras personas en la cadena de mando con una responsabilidad e injerencia mucho más directa con el incidente.

Lo mismo con el caso de Baldwin: seguro no faltará el necio que plañirá porque le finquen algún tipo de responsabilidad, pero de corroborarse la versión que se maneja, él es sólo una víctima colateral.

Lo cierto es que siempre hay un productor. En la estructura organizacional de un rodaje siempre figura por encima de todos el productor: los productores son los dueños de la peli, los que reciben el Oscar a Mejor Película y que, a diferencia de lo que pasa en otras categorías, suelen ser gente desconocida porque son millonetas anónimos en comparación con el talento artístico.

Hay diversos tipos de productores, los ya mencionados inversionistas y los encargados de supervisar el ejercicio del capital en juego, responsables de proveer todos los recursos que demanda el desglose del guion: desde un lápiz HB, un Jaguar (sea un coche o un felino, o ambos), Julia Roberts o el Taj Mahal. Todo lo que requiere cada una de las escenas, esto incluye los props o utilería y el personal capacitado para su manejo.

El director y los actores van a trabajar con lo que el productor les provee, para que puedan concentrarse al cien en hacer su arte y no en andar consiguiendo −por ejemplo− una pistola de salva o un helicóptero que no se caiga.

Detrás de cada desgracia en el plató, de cada accidente en el desarrollo de una peli, de cada muerte en escena, hay un productor a quien se debe llamar a comparecer.

Pasa igual en el servicio público, cuando la ineficiencia, la negligencia o la corrupción cuestan vidas, siempre hay un productor o su equivalente: el titular de una administración.

Le recuerdo que aún no hay nadie procesado por el caso de la Línea 12 del Metro de la CDMX que costó 26 vidas. La lógica nos dice que la responsabilidad sólo puede estar ya sea en la gestión que construyó dicho tramo −de Marcelo Ebrard− o la administración que operaba el metro al momento del accidente −de Claudia Sheinbaum−.

Pero como uno y otro son los delfines predilectos para la sucesión del viejito Presidente, se ha intentado disipar la indignación y diluir las responsabilidades, incluso desviándolas hacia la gestión intermedia −la administración Mancera−, a pesar de que no hay lógica en ello. Incluso AMLOVE se atravesó para recibir y repeler todos los cuestionamientos y no someter así a Sheinbaum al excesivo desgaste que esto representaba, pese a que no responde a ninguna lógica el que interceda en su calidad de Presidente de la República, como no sea a la lógica de que él soportaría mejor los embates.

Veremos señalamientos, informes técnicos, peritajes y acusaciones si bien nos va, pero no olvidemos nunca que en los momentos cruciales de la existencia de la Línea 12 −su nacimiento y su desaparición− los productores eran Chelo y Clau.

Lo mismo decimos de cualquier tragedia concerniente al servicio público, tenemos que voltear siempre al titular de una gestión, quien quizás no sea responsable directo (o quizás sí), pero en su defecto está más que obligado a señalarnos exactamente en qué punto de la cadena ocurrió la falla, a presentar pruebas de esto mismo, a fincar responsabilidad legal y a ofrecer una satisfactoria y completa indemnización para las víctimas y afectados (y no a hacer como este par, ocultándose debajo de las faldas de Mamá Coco).

Cada vez que las obras del estado cuestan vidas, cada vez que los cuerpos policiacos o militares cometen abusos también con resultados funestos o siempre que la omisión de la autoridad permite que el crimen actúe impunemente (llámese Ayotzinapa, Allende, Coahuila o como usted prefiera); incluso cada vez que un desastre natural, que pudo prevenirse, nos azota, sabemos que hay muchos actores involucrados, pero un sólo productor último que debe ser llamado a rendir cuentas.

OPINIÓN

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2021-10-26T07:00:00.0000000Z

2021-10-26T07:00:00.0000000Z

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