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De un ‘todavía’ a un ‘¡ya!’

La permanencia pandémica ha generado conciencia.

Esta generación ha captado la fragilidad y la fugacidad de la aventura existencial humana, en camino hacia la trascendencia.

Cada día se vive como un “todavía”, en espera de un “ya”. Se transita por lo transitorio a lo definitivo. Lo material y temporal, aunque llegue a tener gran esplendor, se encamina hacia el desplome, el derrumbe, la descomposición.

Vivir es estar muriendo un poco cada día. El espíritu avanza hacia la desencarnación necesaria para el vuelo hacia bienes eternos. “Por qué tienes esos cabellos blancos, abuelo?”. Y el abuelo responde sonriendo, tocando sus canas con los dedos: “Esta blancura es signo de resurrección, mijo”.

Los decesos se suman en las estadísticas. El obituario se desplaza de lo desconocido a lo familiar. En la conversación se pronuncian nombres de gente cercana que pasó del “todavía” de los encuentros y los aniversarios al “ya” que parece pérdida o ausencia y es, en realidad, liberación y un tipo nuevo de presencia.

En esta época se va entendiendo el espacio y el tiempo. La ubicación, el sitio, el lugar es lo que domestica al espacio. Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar para evitar dislocaciones. Y el tiempo, que parece témpano, se va dando en granizada de instantes, con el ritmo natural de palpitaciones y respiraciones. El objetivo domestica al tiempo con lapsos que tienen una meta, un objetivo preciso, una tarea concreta.

Es lo que da sentido al “todavía” existencial. Se da la secuencia de elegir, decidir, concentrarse y perseverar en cada instante. Se ha embridado a espacio y tiempo como caballos salvajes, gobernados ahora con una rienda para una equitación disciplinada.

Va quedando más claro cómo en el “todavía” se vive desde la mente, desde el corazón, desde las emociones o desde la sensación corporal. Cada uno decide, en cada instante o se deja llevar por un pensamiento, un sentimiento, una emoción o una sensación a la que da su actitud, su gesto, su ademán, su palabra. O también se queda vacío, en blanco, en silencio, en contemplación, sólo siendo y sintiéndose mirado y profundamente amado y amando al Amor que espera encontrar plenamente en el “ya”. No todas las generaciones han tenido esta oportunidad de madurar conciencia encontrando sentido.

CAUTIVERIOS SIN SENTENCIA

Cuántos encarcelados sin juicio ni sentencia. Cuántos años en condición de espera. Parece suponerse no la inocencia sino la culpa. Da la impresión que el preso tiene que probar su inocencia en lugar de que el fiscal deba presentar pruebas de su acción culpable y deliberada. Y no pocos, después de prolongado encarcelamiento, reciben solo un: “usted dispense” para recobrar una libertad a la que siempre tuvieron derecho.

UNA COMUNIDAD SINODAL

Caminar en racimo.

No sólo yuxtaposición, sino trabazón orgánica.

No sólo colectividad, sino comunidad. No sólo monólogo, sino diálogo y coloquio.

No sólo un “yo” subrayado, sino un “nosotros” acentuado y sin paréntesis.

No más de lo mismo, sino integración complementaria de lo diverso.

No hacer distante lo distinto, sino agradecerlo y aceptarlo como un instrumento nuevo para una orquesta que da un concierto con sonidos diferentes, en armonía.

No unos dar y otros recibir, sino reciprocidad dinámica en que todos aprenden de todos y cada talento es aprovechado.

Se acaban las estridencias, las desafinaciones, las pérdidas de compás. Surge la unanimidad, la unidad en la diversidad, la sabia actitud comunitaria y la madurez relacional. Una gozosa prosperidad que no excluye a nadie…

OPINIÓN

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2021-10-26T07:00:00.0000000Z

2021-10-26T07:00:00.0000000Z

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